DE CONFERENCIAS FALACES, GRIPES PORCINAS Y CACHETADAS A RANDAZZO |
"Nos están apretando, no nos dejan hablar de los pacientes que tienen síntomas de gripe A1H1. Si trasciende a la prensa, nos dijeron que nos echan a todos". El diálogo se dio hace unas horas, entre el editor General de Tribuna de periodistas y un importante funcionario del Sanatorio Trinidad de la localidad de Quilmes.
El facultativo habló con gran temor y admitió que había ya diez muertos por gripe porcina en el establecimiento donde se desempeña. "Nos obligan a decir que los decesos son por otras causas, ¡es algo terrible!", confesó.
La misma presión están sufriendo los médicos del Sanatorio Modelo de la misma localidad, donde se ocultan otros nueve fallecidos por el mismo virus. Pero no sólo en la provincia de Buenos Aires ocurre esto: en dos importantes hospitales de la Capital Federal se esconden las mismas estadísticas. ¿Habrá sido este el verdadero motivo de la renuncia de Graciela Ocaña a la cartera de Salud? ¿Habrá intentado desaparecer antes de que estalle por completo este escándalo?
La forma en que el kirchnerismo maneja los temas sociales más sensibles a la población, dista mucho de ser la adecuada. Sólo basta recordar cómo se han manipulado las cifras del Indec o la manera en que se han ocultado las estadísticas del Ministerio de Trabajo. Pareciera que la única estrategia firme del Gobierno es la de ocultar la realidad, aún cuando ya haya explotado en la cara de la sociedad.
Por caso, en el día de ayer, la presidenta Cristina Kirchner dio una conferencia de prensa — la segunda en lo que va de su mandato — y allí se explayó innecesariamente en una sopa de números y estadísticas irreales que terminaron por conspirar contra su propia memoria. Un dato no menor: a la hora de hablar de la gripe porcina, la primera mandataria directamente no quiso responder.
Otro punto a destacar de la conferencia ha sido el desagrado de su rostro frente a certeras preguntas de los pocos periodistas que pudieron interrogarla. El maltrato en algunas de las respuestas de Cristina, son emblemas de la intolerancia de los Kirchner.
Es que la idiosincracia kirchnerista es así, dicen que no hay manera de que el olmo regale jugosas peras y en este caso no hay excepción. Ciertamente, no existe la palabra "autocrítica" en el diccionario de los Kirchner.
El problema es más complicado de lo que parece: si el matrimonio presidencial no permite el disenso siquiera con sus propios funcionarios, ¿cómo hará pues para intentar un consenso de gobernabilidad con la oposición en lo que queda de su mandato? Un botón de muestra: la noche del domingo 28 de junio, mientras se iba conociendo la derrota del oficialismo en la provincia de Buenos Aires, Néstor Kirchner empezó a gritar a todos los presentes en el improvisado búnker del Frente para la Victoria ubicado en el piso 18 del Hotel Intercontinental. Los gritos culminaron en una elocuente cachetada al ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Frente a lo sucedido, nadie se animó a pronunciar media palabra. Allí mismo, los presentes entendieron la lógica kirchnerista: la culpa siempre es de los otros, nunca de los Kirchner.
Sin embargo, la realidad es otra. Cabe preguntarse, ¿por qué en lugar de maldecir a ministros e intendentes no se analizó el desagrado social que provocó la campaña sucia del kirchnerismo? ¿No ha incidido negativamente la soberbia oficialista en el resultado? ¿Por qué no se habló del Indec o los fondos de Santa Cruz como parte de la lectura de la derrota K?
Dicen los médicos que, hasta que uno no admite que tiene una enfermedad, difícilmente pueda tratarla, y mucho menos curarla. Es el ABC en la resolución de cualquier tipo de problema: si no se lo identifica, no se lo puede resolver.
Por eso, mientras los Kirchner no reconozcan sus propios errores, no podrán salir de sus propios laberintos de cara al futuro vernáculo.
Fonte: PeriodicoTribuna
COMENTO: e por aqui, será que estamos sendo corretamente informados? E quanto à dengue? Ainda estará matando brasileiros?
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